Puedo afirmar, si
me baso en los resultados obtenidos hasta aquí, que en Argentina, muchos de
los temas que impactan a la sociedad, terminan siendo gobernando por
“parches”, debido a que las políticas públicas implementadas no son
claras y mucho menos contundentes.
Uno de estos
temas es el "desarrollo tecnológico". En nuestro país, existen programas para fomentar
el desarrollo tecnológico de las empresas, las organizaciones y las personas,
pero no existe ninguna iniciativa pública para trabajar con los residuos que
estos desarrollos provocan.
A pesar de los
beneficios innegables que las tecnologías traen al desarrollo de nuestra
sociedad, no hay que olvidarse, sino ocuparse, del tema de la contaminación
ambiental que pueden causar las mismas, al final de su vida útil. Como sabemos,
los equipos tecnológicos, de distintas funciones terminan en lugares comunes de
recolección, y sus componentes, con el paso del tiempo, pueden convertirse en
sustancias peligrosas, como el plomo y arsénico, contaminando suelos y napas en los terrenos
donde se tiran.
En notas
anteriores en esta página, pueden obtener más datos sobre los Residuos de Aparatos
Eléctricos y Electrónicos (RAEEs), los invito a releerlas. En esas notas se
puede verificar que en la Argentina, existen pocas experiencias sobre gestión
de residuos tecnológicos (RAEEs). Hay iniciativas públicas, a través de
municipios, que solo llevan adelante procesos de logística, y recolección de
alguna u otra línea de RAEEs, pero no su tratamiento.
Como también hay alguna que otra iniciativa privada
en el Mercado de Gestión de los Rezagos Electrónicos, básicamente dentro del reciclado
de:
- Telefonía
- Informática
- Circuitos impresos de diverso origen
Entre éstas
empresas se encuentran Silkers SA, Scrapex SRL, Botrade SRL y Dalafer SRL. En otras líneas de producción de tecnología no
hay absolutamente nada implementado.
Como digo al
comienzo de la nota, estos “parches” afectan a un problema importante que impacta
directamente a la sociedad. Lamentablemente no hay políticas públicas que
tiendan a solucionar el tema y lo que tenemos es una anarquía en cuanto a la gestión
y el tratamiento de los RAEEs.
Pero esta anarquía
nos permite replantearnos el panorama y poner en tela de juicio si el reciclado
y la gestión de RAEEs es la solución a los problemas de los residuos tecnológicos.
Yo me pregunto ¿Qué
pasaría si en lugar de pensar una ley que reglamente la gestión de los RAEEs, planteamos
una ley que combata la “obsolescencia programada”?
La obsolescencia
programada es una estrategia comercial que consiste en la planificación
del fin de la vida útil de un producto o servicio, de tal forma que tras un
periodo de tiempo (calculado por el fabricante o por la empresa) se quede
obsoleto o inservible.
La característica principal
es que los aparatos electrónicos sean fabricados
para que duren un tiempo determinado. El concepto nació durante la revolución industrial entre 1920 y
1930. Antes, un empresario o sus suministradores de materia prima montaban su
negocio con dinero familiar. Entonces los bancos les dijeron: “Amplíen su
negocio, vendan más, yo les dejo el dinero”. Alcanzó su mayor popularidad en 1954 cuando
Brooks Stevens, diseñador industrial de EEUU, dio una
conferencia sobre lo que suponía la nueva producción en masa y lo que implicaba
económicamente una producción más barata y con precio más bajos, utilizando de
este modo el término de obsolescencia programada.
En definitiva,
es un artificio mediante el cual hacen que un objeto tenga que sustituirse en
cierto periodo determinado. Les dejos un video que explica muy bien el
concepto.
Pero existen
variantes al concepto anterior, como la "obsolescencia percibida". Esto se
refiere a que, con ayuda del marketing y la publicidad, los usuarios cambiamos algunos productos
por otros, no porque ya no funcionen, sino porque han pasado de moda.
El primero que hablo de la obsolescencia
percibida fue el diseñador industrial Clifford Brooks Stevens en 1954 y la
definió como “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un
poco mejor y un poco antes de que sea necesario”. Nada que discutir, ¿no?
Les
dejo un video que parodia a la marca Apple, que explica correctamente como
la obsolescencia percibida nos
impulsa a comprar nuevos productos y a deshacernos de aquellos que aún están en
buen estado.
Se suele justificar
esta forma de vida con el concepto de “sociedad de consumo” donde la
adquisición de productos sin llegar al fin de su vida útil impacta, clraramente, en el uso irresponsable de los recursos naturales.
Actualmente consumir constituye el interés central de nuestra vida social y
nuestros valores culturales.
Existen
estudios que afirman que el 80% de los productos y materiales que pasan por las
manos de un consumidor se convierten en basura a las seis semanas. Es impresionante, pero cierto.
Ahora, si en lugar de reglamentar sobre el reciclado de materiales y productos, ¿Qué pasaría
si reglamentamos que los fabricantes estén obligados a entregar una garantía de fabricación de los productos de 10
o 15 años en lugar de 1 o 2 años, como es actualmente?
Esa práctica, ¿No
evitaría que se fabriquen indiscriminadamente productos que evidentemente no
usamos concretamente? Esa práctica, ¿Impactaría favorablemente en los recursos
naturales? La respuesta a ambas preguntas es SI.
Está claro, que también
impactaría directamente en los indicadores de producción donde se da por
aceptado que una empresa crece, solo si, produce un X% mas año tras año. ¿Y si
cambiamos estos indicadores? ¿Qué pasa si el indicador de crecimiento productivo
no sea un porcentaje de ventas si no una producción responsable?
Evidentemente cambiaríamos
un paradigma importante y dominante.
No quiero dejar
solo interrogantes en esta, sino alguna alternativa también. Desde muy punto de
vista existe una solución que debemos trabajar y fomentar y es lo que se conoce
como “diseño sostenible”. Que no es solo
una metodología para reducir el impacto de productos desechados sino también en
el impacto en la fabricación de los mismos. Los fabricantes deberían plantear
el diseño sostenible como una responsabilidad social que no
sólo preste atención al reciclado de productos o la producción biodegradable,
sino que además debería trabajar el significado del uso de esos productos y la
vinculación de las personas con sus bienes de consumo.
Pero no solo se
debe trabajar desde los fabricantes de productos, sino también de las entidades
educativas, fomentar y enseñar conceptos como Responsabilidad Social
Profesional o Tecnológica, donde los profesionales adoptemos conceptos como el de
“sostenibilidad” como un hábito y no una consecuencia. Hay mucho que recorrer
aun.
En próximas notas
trabajare sobre el diseño sostenible y algunos impactos del cambio de paradigma
planteado.
Ing. Hector
Alcar
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