miércoles, 23 de julio de 2014

Reciclar, ¿es lo importante? ¿Para qué?

Puedo afirmar, si me baso en los resultados obtenidos hasta aquí, que en Argentina, muchos de los temas que impactan a la sociedad, terminan siendo gobernando por  “parches”, debido a que las políticas públicas implementadas no son claras y mucho menos contundentes.
Uno de estos temas es el "desarrollo tecnológico". En nuestro país, existen programas para fomentar el desarrollo tecnológico de las empresas, las organizaciones y las personas, pero no existe ninguna iniciativa pública para trabajar con los residuos que estos desarrollos provocan.



A pesar de los beneficios innegables que las tecnologías traen al desarrollo de nuestra sociedad, no hay que olvidarse, sino ocuparse, del tema de la contaminación ambiental que pueden causar las mismas, al final de su vida útil. Como sabemos, los equipos tecnológicos, de distintas funciones terminan en lugares comunes de recolección, y sus componentes, con el paso del tiempo, pueden convertirse en sustancias peligrosas, como el plomo y arsénico,  contaminando suelos y napas en los terrenos donde se tiran.

En notas anteriores en esta página, pueden obtener más datos sobre los Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (RAEEs), los invito a releerlas. En esas notas se puede verificar que en la Argentina, existen pocas experiencias sobre gestión de residuos tecnológicos (RAEEs). Hay iniciativas públicas, a través de municipios, que solo llevan adelante procesos de logística, y recolección de alguna u otra línea de RAEEs, pero no su tratamiento.
Como también hay alguna que otra iniciativa privada en el Mercado de Gestión de los Rezagos Electrónicos, básicamente dentro del reciclado de:
  • Telefonía
  • Informática
  • Circuitos impresos de diverso origen

Entre éstas empresas se encuentran Silkers SA, Scrapex SRL, Botrade SRL y Dalafer SRL.  En otras líneas de producción de tecnología no hay absolutamente nada implementado.
Como digo al comienzo de la nota, estos “parches” afectan a un problema importante que impacta directamente a la sociedad. Lamentablemente no hay políticas públicas que tiendan a solucionar el tema y lo que tenemos es una anarquía en cuanto a la gestión  y el tratamiento de los RAEEs.
Pero esta anarquía nos permite replantearnos el panorama y poner en tela de juicio si el reciclado y la gestión de RAEEs es la solución a los problemas de los residuos tecnológicos.
Yo me pregunto ¿Qué pasaría si en lugar de pensar una ley que reglamente la gestión de los RAEEs, planteamos una ley que combata la “obsolescencia programada”?
La obsolescencia programada es una estrategia comercial que consiste en la planificación del fin de la vida útil de un producto o servicio, de tal forma que tras un periodo de tiempo (calculado por el fabricante o por la empresa) se quede obsoleto o inservible.
La característica principal es que  los aparatos electrónicos sean fabricados para que duren un tiempo determinado. El concepto nació  durante la revolución industrial entre 1920 y 1930. Antes, un empresario o sus suministradores de materia prima montaban su negocio con dinero familiar. Entonces los bancos les dijeron: “Amplíen su negocio, vendan más, yo les dejo el dinero”. Alcanzó su mayor popularidad en 1954 cuando Brooks Stevens, diseñador industrial de EEUU, dio una conferencia sobre lo que suponía la nueva producción en masa y lo que implicaba económicamente una producción más barata y con precio más bajos, utilizando de este modo el término de obsolescencia programada.
En definitiva, es un artificio mediante el cual hacen que un objeto tenga que sustituirse en cierto periodo determinado. Les dejos un video que explica muy bien el concepto.
Pero existen variantes al concepto anterior, como la "obsolescencia percibida". Esto se refiere a que, con ayuda del marketing y la publicidad, los usuarios cambiamos algunos productos por otros, no porque ya no funcionen, sino porque han pasado de moda.
El primero que hablo de la obsolescencia percibida fue el diseñador industrial Clifford Brooks Stevens en 1954 y la definió como “el deseo del consumidor de poseer una cosa un poco más nueva, un poco mejor y un poco antes de que sea necesario”. Nada que discutir, ¿no?
Les dejo un video que parodia a la marca Apple, que explica correctamente como la obsolescencia percibida nos impulsa a comprar nuevos productos y a deshacernos de aquellos que aún están en buen estado.
Se suele justificar esta forma de vida con el concepto de “sociedad de consumo” donde la adquisición de productos sin llegar al fin de su vida útil impacta, clraramente, en el uso irresponsable de los recursos naturales. Actualmente consumir constituye el interés central de nuestra vida social y nuestros valores culturales.
Existen estudios que afirman que el 80% de los productos y materiales que pasan por las manos de un consumidor se convierten en basura a las seis semanas. Es impresionante, pero cierto.
Ahora, si en lugar de reglamentar sobre el reciclado de materiales y productos, ¿Qué pasaría si reglamentamos que los fabricantes estén obligados a entregar una  garantía de fabricación de los productos de 10 o 15 años en lugar de 1 o 2 años, como es actualmente?
Esa práctica, ¿No evitaría que se fabriquen indiscriminadamente productos que evidentemente no usamos concretamente? Esa práctica, ¿Impactaría favorablemente en los recursos naturales? La respuesta a ambas preguntas es SI.
Está claro, que también impactaría directamente en los indicadores de producción donde se da por aceptado que una empresa crece, solo si, produce un X% mas año tras año. ¿Y si cambiamos estos indicadores? ¿Qué pasa si el indicador de crecimiento productivo no sea un porcentaje de ventas si no una producción responsable?
Evidentemente cambiaríamos un paradigma importante y dominante.
No quiero dejar solo interrogantes en esta, sino alguna alternativa también. Desde muy punto de vista existe una solución que debemos trabajar y fomentar y es lo que se conoce como “diseño sostenible”.  Que no es solo una metodología para reducir el impacto de productos desechados sino también en el impacto en la fabricación de los mismos. Los fabricantes deberían plantear el diseño sostenible como una responsabilidad social que no sólo preste atención al reciclado de productos o la producción biodegradable, sino que además debería trabajar el significado del uso de esos productos y la vinculación de las personas con sus bienes de consumo.
Pero no solo se debe trabajar desde los fabricantes de productos, sino también de las entidades educativas, fomentar y enseñar conceptos como Responsabilidad Social Profesional o Tecnológica, donde los profesionales adoptemos conceptos como el de “sostenibilidad” como un hábito y no una consecuencia. Hay mucho que recorrer aun.
En próximas notas trabajare sobre el diseño sostenible y algunos impactos del cambio de paradigma planteado.


Ing. Hector Alcar

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